lunes, 28 de marzo de 2011

LAS CINCO CLAVES DE LA OFENSIVA EN LIBIA

Han pasado doce días desde que comenzara la operación Amanecer de la Odisea, y los analistas internacionales aún consideran que hay muchas preguntas sin respuesta. Y no solo en cuanto a los objetivos de los aliados, sino en torno a su organización y al consenso entre sus miembros. La estrategia a seguir en los próximos días y la propia naturaleza de los rebeldes son otros puntos de debate. 1. ¿Es una operación legal? Es una cuestión clave. La resolución 1973 de Naciones Unidas permite �tomar las medidas necesarias para proteger a los civiles y a las áreas pobladas bajo amenaza de ataques�. Para ello, autoriza la creación de una zona de exclusión aérea así como el embargo. También da luz verde a la congelación de activos de compañías como la National Oil Corporation, dada su relación con Gadafi. Sin embargo, esta medida excluye la intervención terrestre de fuerzas extranjeras y el aprovisionamiento de armas a los rebeldes y no contempla, en absoluto, el derrocamiento del dictador libio. Hasta el momento, la campaña se ha ceñido al placet del organismo internacional, pero los aliados (Gran Bretaña) han expresado su voluntad de acabar con el coronel o han planteado la necesidad de apoyar con más decisión a los rebeldes. Si se dan pasos hacia alguno de estos dos objetivos, se estaría traspasando la frontera que establece la resolución 1973. 2. ¿Cuál es la estrategia y el objetivo? Es la gran incógnita. Con la actuación inicial se evitó una matanza en Bengasi. Pero si Gadafi resiste en el poder, seguirá abierta la posibilidad de una matanza masiva. Muchos expertos recuerdan Srebrenica (Bosnia), donde se masacró a más de 8.000 musulmanes bosnios en 1995, es una región que estaba controlada por los cascos azules y bajo una zona de exclusión aérea. Frente un precedente así, los aliados aún no han definido una estrategia clara. Pueden optar por elevar sensiblemente la presión militar para forzar el deterioro y caída del régimen. Esto exige más bombardeos y, a su vez, más determinación política de Gran Bretaña y Francia. La otra vía es 'congelar' la situación una vez que los rebeldes refuercen su control sobre las ciudades del Este (Bengasi y Ajdabiya) y tomen los enclaves petroleros como Ras Lanuf. En ese caso, el gran riesgo sería la división del país en dos partes, tal como numerosos analistas han pronosticado desde el inicio de las operaciones. El tercer camino pasa por intensificar las gestiones diplomáticas con Gadafi, bajo la premisa de buscar una salida negociada entre el régimen y los rebeldes que evite la fragmentación. Para definir la estrategia habría que responder primero una pregunta: ¿Cuál es la motivación real? ¿La clave está en la influencia sobre la actividad petrolera y en el control de los flujos migratorios? ¿O tal vez es sincera la consigna de los aliados de que se trata de evitar una masacre y de buscar la democracia en el país? 3. ¿Quién tiene el mando de la operación? Estados Unidos ha tomado una decisión sin precedentes desde el fin de la Segunda Guerra Mundial: Tras pilotar la fase inicial, cederá el mando de la campaña en Libia a los europeos. A partir de ahí, ¿Quién tendrá realmente la iniciativa? Los aliados han anunciado que la OTAN asumirá el liderazgo militar, con un plan que pasa por extender la exclusión aérea durante un periodo de tres meses. Sin embargo, en el seno de la Alianza Atlántica hay un disidente: Turquía, lo que menoscabará su capacidad para capitanear el ataque aliado. Con este escenario, Gran Bretaña y Francia se están moviendo para crear un grupo de contacto permanente que les ofrezca a ambos más influencia sobre la operación Amanecer de la Odisea, con el respaldo de España e Italia, y que actúe de poder paralelo para dictar qué hacer a la OTAN. Esta hipótesis ha levantado ampollas en el seno de la propia Alianza Atlántica. 4. ¿Existe consenso internacional sobre la intervención en Libia? Se puede decir que existía consenso internacional sobre una zona de exclusión que impidiese que los aviones de Gadafi bombardeasen a los civiles. Para ello, había que destruir primero la artillería antiaérea y los radares. Es evidente que ésas no eran las verdaderas intenciones de Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos. Una muestra de ello es que la Casa Blanca informó a los senadores el mismo día que se aprobó la Resolución 1973 de que pretendía volar los carros blindados y las armas más destructivas del ejército de Gadafi para que los rebeldes pudiesen ganar la guerra. Esto exige un despliegue militar mayor y muchas más víctimas potenciales. Además, puede terminar llevando a las tropas de la coalición a poner sus botas en territorio libio, que tendría muchas papeletas de convertirse en un nuevo Afganistán. Precisamente porque las cosas han cambiado, Amr Moussa, secretario general de la Liga Árabe, ha cuestionado la legalidad de la ofensiva. Mientras tanto, la Organización de la Conferencia Islámica ha pedido que termine ahora que se ha alcanzado la finalidad pretendida. Alemania y Rusia, que ya se abstuvieron en la votación de la resolución, y la Unión Africana, cuyos miembros la apoyaron fervientemente, han empezado a distanciarse. Si los aliados regionales y muchas potencias importantes parecen ponerse de perfil con el paso de los días, la unidad dentro de las filas de la propia coalición también sufre. El presidente francés Nicolas Sarkozy ha querido llevar la operación como algo personalista hasta el punto de no avisar a los aliados de que sus aviones iban a ser los primeros en entrar en combate. También decidió por cuenta propia que no invitaría a Turquía a la reunión de toda la comunidad internacional que celebró en París, lo que provocó que Ankara pusiese dificultades días después para que la OTAN asumiese el mando de la guerra. Las fricciones entre Merkel y Sarkozy han hecho mella en el eje franco-alemán. 5. ¿Son demócratas los rebeldes libios? O formulado de otra manera, ¿Qué intención tienen de establecer un régimen de libertades en Libia? La respuesta es, en principio, negativa. La democracia necesita al menos tres elementos sin los que no puede existir: el primero es la soberanía nacional, el segundo son los derechos civiles entre los que destaca el respeto de la minoría y el tercero es algún tipo de división de poderes. Los insurgentes se encuentran divididos en tribus y su fidelidad al clan es muy superior a la que sienten por su Estado. De hecho, la principal razón por la que el país se ha mantenido unido ha sido la manipulación de los enfrentamientos tribales que ha llevado a cabo Gadafi. Es difícil imaginar una soberanía nacional donde la nación apenas existe. Los derechos civiles, entendidos desde la perspectiva occidental, no parecen encontrarse entre las prioridades de los países árabes que tiene un nivel de desarrollo económico y cultural parecido al de Libia, como es el caso de Egipto. Allí, tal y como recogía Pew Research en un estudio reciente, la inmensa mayoría de la población justifica la pena de muerte para quien abjura del islam, la lapidación de los adúlteros y la amputación de la mano para quienes roben. Tampoco parece verosímil que sean iguales ante la ley las familias que lideran los clanes y sus súbditos. En cuanto a la división de poderes, no se pueden afirmar más que hipótesis. Lo que desde luego parece previsible es que el islam y sus doctores adquieran una relevancia mayor en libia si cae Gadafi. Esa relevancia se concretará probablemente en el establecimiento de la religión como fuente de derecho y en el estrechamiento de los vínculos entre la iglesia y el Estado. La neutralidad del Estado y la separación entre ellos son sólo una posibilidad entre muchas.

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